jueves, 16 de octubre de 2014

Vida amorosa de Newton

Para entender la relación de Newton con sus contemporáneos, debemos primero indagar en su pasado.
Para empezar, al cumplir los dos años de edad, fue abandonado por su madre, debido a que había quedado viuda antes de que Isaac naciera, por ende, tuvo que aceptar igual la propuesta de matrimonio de un reverendo de sesenta y tres años. Así, Newton se quedó con su abuela mientras su madre seguía con su vida lejos de él.
Debido a esto, formó una personalidad introvertida, la mayor parte del tiempo se sentía desolado e inferior ante los demás, pero su conmoción sanó parcialmente cuando vivió en casa de la familia Clarke. Fue allí que tuvo contacto con los primeros libros que, sin saberlo, le servirían de influencia para el desarrollo de sus futuras teorías. Pese a todo esto, se sentía atraído (o es lo que nos cuentan) por la hijastra del dueño de la casa, Katherine. Se dice que, de adolescentes, ella manifestó sentir lo mismo por él mediante miradas o gestos, sin embargo, el joven Newton no pudo expresar sus sentimientos ante el miedo de ser rechazado.
Al salir a relucir su capacidad intelectual, fue aceptado en instituciones prestigiadas de Inglaterra. Entre tanto, veía ocasionalmente a su madre, quien a pesar de poder apoyarlo económicamente, limitó sus gastos, pues tenía otros hijos qué mantener. Este gran científico, a pesar de sus logros, mantuvo su actitud insegura y tímida. Con frecuencia se sentía arrepentido de no haber dedicado tiempo a la única mujer a la que verdaderamente había amado, Katherine, que terminó casándose con otro hombre.
Aunque nunca contrajo matrimonio, se dice que su sobrina Catherine Barton era quien lo acompañaba en sus reuniones de la Royal Society.
La vida austera de Sir Newton propició rumores sobre su orientación sexual. Debido a la estrecha amistad que sostuvo con Nicolas de Duillier, se ha dicho que era homosexual.
Sin embargo, sobre los amoríos secretos de Newton, o los detalles íntimos de su vida sexual, es algo que  nunca sabremos a ciencia cierta.

Fuentes: Muy Interesante, octubre de 2013, número 10, p. 92.

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